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Como el viaje era caro, los niños y niñas, para ayudar a sus
padres a financiarlo, elaboraban una lista de cosas que tenían
que comprar para cada día de la semana, decían a las madres que
aprovecharan la comida que había sobrado los días anteriores
para hacer nuevas comidas y ellos adquirieron el compromiso
de comérselo todo. No compraban más de lo necesario. Primero
miraban si había existencias en la nevera y la despensa. Gracias
a todo eso, pudieron hacer la excursión de fin de curso todos los
niños y niñas de la escuela, al acabar los estudios. Después se
iban al instituto. Fue así como sus padres les pagaron el viaje y
todavía les quedó dinero para poder hacer un viaje al Mundo de
los Adultos.
Pasado el tiempo, todos los niños y niñas disfrutaron de tener
el mismo color de ojos: todos los tenían verdes, porque habían
conseguido ser felices. Y nunca más sus ojos cambiaron de color.
