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El día del cumpleaños del abuelo se reunieron para celebrarlo,
una gran familia, los abuelos Nico y Amalia, sus seis hijos y sus
doce nietos.
Pasaron un día estupendo en casa de los abuelos que vivían en el
campo, en una casa enorme rodeada de árboles frutales y donde
criaban animales de todo tipo. La abuela Amalia, para ese día,
había preparado una gran comilona que todos disfrutaron. Llegó
la hora de la tarta, el abuelo sopló sus velas y todos se relamieron
y chuparon los dedos, porque la abuela era la mejor repostera y
hacía los mejores postres de chocolate del mundo. Por la tarde los
niños no pararon de jugar al aire libre, pues hacía un día estupendo
y con los columpios y el paseo por los alrededores escalando la
granmontaña acabaron agotados. Y tras la merienda jugaron a las
películas, el abuelo siempre perdía porque no conocía nada más
que películas del oeste, sus preferidas. Se lo pasaron genial tanto
grandes como pequeños, empezó a oscurecer y llegó la hora de la
cena.
El abuelo Nico reunió a todos sus nietos a la hora de cenar. Ese día
había para cenar un plato que a casi ninguno le gustaba y los niños
empezaron a protestar, y para alargar la cena le pidieron al abuelo
que les contara un cuento, uno de sus famosos cuentos, que tanto
les gustaba escuchar.