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El comedor de la escuela era enorme. Cuando los niños iban a
comer, a veces se encontraban una sorpresa: en lugar de haber
un único menú -que como ya sabemos, cada alumno y alumna
procuraba comer sin que sobrara-, aquel día las mesas estaban
preparadas para ocho alumnos y en cada mesa había una comida
diferente, muy muy elaborada, con variedad de ingredientes.
Siempre había frutas y verduras que cultivaban los habitantes
del pueblo, lo que hacía que la comida fuera muy sana y sabrosa.
Cada niño o niña elegía donde sentarse, según lo que le apetecía
comer. Eso sí: se lo tenían que comer todo. ¿Os imagináis un
comedor como ese? ¡La verdad es que era muy guay!