42
En las afueras del pueblo, en la falda de la montaña, algunos
vecinos tenían granjas de animales. Se criaban cerdos, caballos,
conejos, gallinas, asnos, gansos... Sus propietarios estaban muy
contentos con los niños y niñas de la escuela del pueblo porque,
si alguna vez les sobraba la comida -todo el mundo se puede
equivocar y poner de más en el plato, o hacer un bocadillo más
grande del que se puede comer-, envuelta en papel la llevaban
para alimentar a los animales. Eso hacía que estos estuvieran
siempre bien lustrosos. Los granjeros, agradecidos, algunas
veces daban algunas monedas a los niños, porque sabían que
estaban recogiendo para el viaje de fin de curso.