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En la escuela había una clase muy especial a la cual los niños iban
con entusiasmo: era la clase del mago. Este, entre otras cosas,
les enseñaba a no desperdiciar los alimentos. Un ejemplo: como
era mago, podía hacer que un bocadillo que habían cogido en
la basura, porque algún niño, por la mañana, lo había tirado,
se pudiera recuperar y se pudiera comer para merendar. Pero,
a medida que avanzaba el curso, sus alumnos dejaron de
tirar nada a la basura. Fue fantástico, porque así, en lugar de
recuperar alimentos se dedicaron a hacer magia de verdad, algo
que les encantaba. Recuerdo que en la última clase convirtió una
hamburguesa en una paloma. Y después, convirtió la paloma en
una bandeja de chocolatinas que todos los niños y niñas de la
clase se comieron para merendar.