43
Había dos hermanos -chico y chica- que eran un poco rebeldes.
Si les sobraba comida algún día, no lo llevaban a casa ni la daban
a los granjeros. Sus padres, que no se fiaban de ellos, un día les
preguntaron por qué a ellos no les sobraba nunca la comida.
Intentaron decir unamentira, pero enseguida les pillaron. Resulta
que si decían mentiras, los ojos se volvían azules. Así es que los
padres les descubrieron enseguida. Es por eso que no tuvieron
más remedio que decir siempre la verdad y ya no tiraron nunca
más la comida. ¿Os imagináis que se os volvieran los ojos azules
cada vez que mintierais? ¿Lo podríais soportar?
La escuela de aquel pueblo era maravillosa. Los niños y niñas
iban muy contentos porque nunca sabían qué era lo que se
encontrarían: un día podía ser una pirámide, otro día una selva,
otro un castillo... y así, cada día se podían encontrar una cosa
diferente. Eso hacía que tuvieran muchas ganas de estudiar y
que no se aburrieran nunca, puesto que cada día las tareas eran
distintas.