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Cuando quedaban unos 10 metros, María resbaló y cayó hasta
llegar abajo del todo, perdió el conocimiento unos minutos
y cuando abrió los ojos, vió ante ella la cara de una niña que la
miraba con cara de asombro.
-¿Estás bien?- Le preguntó la niña.
-Sí. Sólo me he dado un buen golpe en la cabeza.
-Vaya que sí, menudo chichón te está saliendo. Hola me llamo Ana
y vivo en Esperanza, mi ciudad, y tú ¿quién eres y cómo te llamas?
-Me llamo María y vivo al otro lado de la montaña.
María se incorporó, se quedómirando a Ana y se dio cuenta de que
era más pequeña que ella, pero tenía una cara dulce y las gafas
que llevaba le daban un aspecto de ser una niña muy graciosa.
-¿Estás bien?-le preguntó Ana.
-Sí, creo que sí. Me duele el golpe, pero estoy bien.
-Oye, ¿tú eres del otro lado, verdad?
-Sí. Mi ciudad está al otro lado de esta montaña.
-Yo vivo en esta ciudad, se llama Esperanza, ¿quieres que te enseñe
dónde vivo?.
-Bueno, vale. María se levantó con ayuda de Ana y siguió a la niña
hasta llegar a un grupo de casas.
La ciudad era muy bonita, las casas estaban pintadas de colores.
Había mucha gente por las calles y aunque no había parques, ni
jardines, ni fábricas, ni tiendas, ni campo, ni vegetación, ni nada de
lo que ella había visto en su ciudad, la gente parecía alegre y tanto
niños como mayores jugaban a todo tipo de juegos, conversaban
en pequeños grupos, otros cantaban y bailaban, otros esculpían
grandes trozos de rocas, otros pintaban…todo lo que María iba
viendo le fascinaba y era tan extraño todo que parecía que estaba
en otro planeta.