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El edificio del Ayuntamiento tenía forma de uva. Allí se tomaban
las decisiones importantes. El alcalde era muy simpático y muy
listo. Siempre iba bien vestido y muy elegante, aunque muy
colorido. Su sombrero conjuntado con su vestimenta le quedaba
muy bien. Su sonrisa le cruzaba toda la cara y se hacía mucho
de querer: si una fuente se rompía, la mandaba arreglar; si un
parque no tenía columpios, mandaba que los colocaran; si la
escuela se ensuciaba, enviaba a la brigada de limpieza, que la
dejaba más limpia que una patena.