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El viejecito abrió las manos y, con gran ternura, dejó a Clara dentro
del canal.
La gotita cerró los ojos y se puso a girar, y girar, y girar... En cada
giro, más y más gotitas salían de dentro de su pequeño pero gran
corazón y el agua empezó a brotar y brotar, y lentamente fue
inundando aquella tierra que tanto la necesitaba.
Clara había comprendido el porqué de su importancia.
Clara estaba orgullosa de ser AGUA.