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Aquella sensación de felicidad que la invadía la animó a seguir su
camino, un nuevo camino, una nueva aventura.
Desde aquella acequia fue a parar a una canalización que la
adentró, sin ella imaginarlo, por un gran laberinto, un entramado
de canales subterráneos por debajo de la gran ciudad.
Subía, bajaba y volvía a subir. En una de aquellas tantas subidas...
¡Chofff! Vio otra vez la luz del sol, las nubes, volvió a notar el aire
fresco en la cara. Salió por un agujero muy pequeño, con tanta
presión y tanta fuerza que… ¡fue lanzada volando muy alto!
Desde ahí, tan alto, pudo ver donde se encontraba. Estaba dentro
de una fuente situada en mitad de un parque, rodeada de niños
que corrían, jugaban y gritaban y de otras personas más mayores
sentadas en bancos de madera que observaban a los pequeños.
