45
Al terminar la jornada, Gus y sus amigos cogían el balón e iban
al parque que había cerca de su casa. Allí pasaban la tarde
jugando al fútbol, con lo que ello conllevaba que era tirarse al
suelo y acabar todos manchados de barro y con trozos de césped
enredados en el cabello. Al finalizar su tarde de juegos divertidos
en el parque regresaba a casa, y su madre le preparaba un baño
con agua caliente.
Al entrar Gus en la bañera con toda su tropa de juguetes: pato
de goma, soldaditos, barcos y sirenita, el agua empezaba a
desbordarse por sus bruscos chapoteos. En ese momento mis
amigas y yo decidimos que era hora de hablar con él y darle
una lección. Por eso cuando Gus quitó el tapón de la bañera me
agarré muy fuerte a su patito para no irme por el desagüe junto
a mis compañeras. Cuando ya se había vaciado la bañera, yo
seguía subida en el juguete, pero Gus no podía verme, así que
absorbí parte del vapor de agua que había alrededor y gracias a
eso, el niño se percató de mi presencia. La cosa no salió como yo
había planeado y, al verme, él pensó que era un “bicho” e intentó
tirarme del muñeco y aplastarme, por eso empecé a gritar:
-¡Aaah! ¡Para! ¡Para! ¡¡Que no soy un bicho!! – pude ver la cara
de sorpresa del niño y aproveché esta oportunidad para
presentarme:
-Hola, soy Vesi, no soy ningún tipo de bicho, soy una gran
molécula de agua y he venido para poder enseñarte lo mucho
que se podría hacer con la cantidad de agua que tú derrochas
cada día.
